Soy un enfermo....un hombre malo. No hay nada de atrayente en mi. Soy espantosamente sensible. Soy suspicaz y me ofendo con facilidad, como un enano o un jorobado. Creo que mi espalda anda mal, pero en verdad no se absolutamente nada acerca de mi dolencia; ni siquiera estoy seguro de cual es. No estoy bajo tratamiento, y nunca lo estuve, aunque siento gran respeto por la medicina y los médicos. Además, soy mórbidamente supersticioso, por lo menos lo bastante para respetar a la medicina. Dada mi educación, no debería ser supersticioso, pero lo soy. No, yo diría que rechazo la ayuda médica nada más que por espíritu de contradicción. No espero que entiendan esto, pero es así. Por supuesto, no puedo explicar a quien trato de engañar de esta manera. Tengo plena conciencia de que no me es posible perjudicar a los médicos impidiendo que me curen. Sé muy bien que el perjudicado soy yo, y nadie más. Pero de cualquier manera, solo por malicia me niego a aceptar su ayuda. ¿Me duele la espalda? ¡Magnífico, que siga doliendo!
¿Quieren que les diga que pasaba de verdad? Bueno, el centro del asunto, el aspecto más repulsivo de mi maldad, era que, cuando estaba en mi peor humor, tenía conciencia de que en verdad no era tan perverso, ni tan colérico, y que no hacía más que pasar el rato, por decirlo así, para distraerme. Puede que estuviera echando espuma de furia, pero si uno me traía un buen libro para leer, o una cerveza fría, lo más probable era que me calmara. E inclusive me sentía profundamente relajado, aunque enojadísimo con migo mismo, y más tarde hacía rechinar los dientes, fruncía el ceño, y perdía el sueño durante varios días. Así soy yo.
Conozco los numerosos elementos que hay en mí, y que son lo contrario de la maldad. Siento que bullen en mí desde toda la vida, que tratan de salir a la superficie, pero yo les impido hacerlo. Me atormentan, me provocan vergüenza y convulsiones, y me tienen harto. ¡Ah, que cansado estoy de ellos! ¿Les parece que estoy tratando de justificarme, de pedirles perdón? No me cabe duda de que piensen eso...Bueno, créanme, me chupa un huevo.
No consigo ser malo, pero tampoco amistoso, ni infame, ni honrado, ni un héroe, ni un insecto. Y ahora vivo mi vida en un rincón, trato de consolarme con la estúpida, inútil excusa de que un hombre inteligente no puede convertirse en nada, de que solo un tonto puede hacer consigo lo que quiera.
La gente se complace con sus defectos, y yo más que nadie. De modo que no discutamos; admito que mi argumentación es ridícula. Pero permítanme que les diga lo siguiente: ¿Por que es que cuando más capaz me siento de ser conciente de todos los refinamientos de lo "bueno y lo bello", como se decía antes, hay momentos en que pierdo mi conciencia de ello y hago cosas feas, cosas que quizás hacen todos, pero que yo hago precisamente en las ocasiones en que más cuenta me doy de que no deben hacerse?
¿Quieren que les diga que pasaba de verdad? Bueno, el centro del asunto, el aspecto más repulsivo de mi maldad, era que, cuando estaba en mi peor humor, tenía conciencia de que en verdad no era tan perverso, ni tan colérico, y que no hacía más que pasar el rato, por decirlo así, para distraerme. Puede que estuviera echando espuma de furia, pero si uno me traía un buen libro para leer, o una cerveza fría, lo más probable era que me calmara. E inclusive me sentía profundamente relajado, aunque enojadísimo con migo mismo, y más tarde hacía rechinar los dientes, fruncía el ceño, y perdía el sueño durante varios días. Así soy yo.
Conozco los numerosos elementos que hay en mí, y que son lo contrario de la maldad. Siento que bullen en mí desde toda la vida, que tratan de salir a la superficie, pero yo les impido hacerlo. Me atormentan, me provocan vergüenza y convulsiones, y me tienen harto. ¡Ah, que cansado estoy de ellos! ¿Les parece que estoy tratando de justificarme, de pedirles perdón? No me cabe duda de que piensen eso...Bueno, créanme, me chupa un huevo.
No consigo ser malo, pero tampoco amistoso, ni infame, ni honrado, ni un héroe, ni un insecto. Y ahora vivo mi vida en un rincón, trato de consolarme con la estúpida, inútil excusa de que un hombre inteligente no puede convertirse en nada, de que solo un tonto puede hacer consigo lo que quiera.
La gente se complace con sus defectos, y yo más que nadie. De modo que no discutamos; admito que mi argumentación es ridícula. Pero permítanme que les diga lo siguiente: ¿Por que es que cuando más capaz me siento de ser conciente de todos los refinamientos de lo "bueno y lo bello", como se decía antes, hay momentos en que pierdo mi conciencia de ello y hago cosas feas, cosas que quizás hacen todos, pero que yo hago precisamente en las ocasiones en que más cuenta me doy de que no deben hacerse?