
Para un Culo
Hoy a la tarde mientras volvía a casa me tope con un culo que iba en mi misma dirección, solo unos metros mas adelante. Digo culo sabiendo lo increíblemente machista que suena esta palabra cuando se utiliza así. Entiendo que objetiviza a la mujer, que la reduce a un mero músculo, a una función estética. Se que es sexista. Entiendo todo eso. Sin embargo, hoy escribo esto desde mi posición como joven varón heterosexual, no como ser humano. Hoy no escribo con el cerebro.
Yo no soy una persona muy atenta. La gran mayoría de la vida pasa bajo mi radar y sigue su camino hacia observadores más esmerados. Solo de vez en cuando alcanzo a atrapar un vistazo de la realidad con el rabillo del ojo, pero casi siempre es demasiado tarde. Las sutilezas no funcionan conmigo. Será por eso que hoy mientras volvía a mi casa de la facultad, casi como si me conociera, un culo se cruzó en mi camino, posicionándose directamente frente a mí, a solo unos metros de distancia. Dada la fuerza de su primera impresión, no pude menos que, justamente, impresionarme. Un culo preciosamente contenido en unas calzas negras brillantes, caminando acompasadamente, arrastrando ojos, arrancando miradas, volteando pescuezos. Hipnotizaba a su paso a cada ejemplar del genero masculino con el que se cruzaba, sabiéndose deseado e inalcanzable. Como dibujante aficionado tuve que admirar su simetría y proporciones. Como intento de escritor tuve que alabar su magnetismo. Eso sí: como hombre tuve que contenerme. Hay una ley invencible que dice que en cuanto una mujer agarra a un hombre mirándole furtivamente los pechos o la cola, este pierde inmediatamente cualquier poder que pudiera tener sobre ella. Queda irremediablemente disminuido, y va a ceder ante cualquier presión. Una conversación en este estado más que ridícula puede llegar a ser fatal.
Conociendo y temiendo esto racione mis miradas, y al hacerlo descubrí algo increíble: el radio de acción de un culo. A mi alrededor había comenzado a juntarse un pequeño grupo de hombres que, con la mirada fija, caminaban torpemente. Algunos incluso se cruzaban de la vereda de enfrente. No era una caterva compacta, pero tampoco hubiera pasado desapercibida a una mirada atenta. Los que por alguna razón no podían sumarse a ella quedaban como embobados, y seguían al culo con la mirada hasta el limite de la desnucación. Un par de obreros rompieron el estereotipo al quedarse sin palabras, y un pibe que caminaba de la mano con su novia se gano una cachetada feroz y una monserga a los gritos en medio de la calle, que así y todo no logró borrarle la sonrisa embobada de la boca. Súbitamente me di cuenta de la conexión que compartíamos, cuando un flaco que venía en dirección contraria volteo para ver que era tan interesante, y al proseguir su camino me guiño un ojo e hizo un ademán con la cabeza, señalándolo. Simplemente increíble.
Rodeado de tanta inercia tuve que esforzarme para convencerme de ser distinto. Yo no estaba siguiendo un culo: yo estaba yendo a casa. Que se hubiera dado la coincidencia de que éste, por el momento, fuera en mi misma dirección era solo un feliz resultado del azar. Nada más que eso. Por que yo soy un hombre, si, joven varón heterosexual, pero también tengo cerebro. Y conciencia. Yo digo culo sabiendo lo increíblemente machista que suena esta palabra cuando se utiliza así. Entiendo que objetiviza a la mujer, que la reduce a un mero músculo, a una función estética. Se que es sexista. Y como entiendo todo esto me detengo, doy media vuelta, y retrocedo hasta mi casa, que sin darme cuenta había pasado varias cuadras atrás.
H:M
