Dia 1: El cubo del 14 C
El lugar no esta mal. Es muy chico, eso si, pero es...acogedor, digamos. No, mentira, es una madriguera. Pero una madriguera barata. mientras buscaba donde quedarme vi pensiones estudiantiles infestadas de cucarachas que costaban más al més que este... este...coso, con expensas, servicios y todo incluido.
El lugar es un cubo perfecto de unos cuatro metros y medio de lado, que hace a la vez de living comedor, sala de estar, estudio y dormitorio, todo junto, desordenado y sin separaciones. Debajo de la incipiente capa de pintura blanca de las paredes se dejan ver muchas capas anterioreres, una roja, una azul y otra marron, que ni se molestaron en raspar antes de tapar. El techo esta igual, pero ademas se cae a pedasos por la humedad. El piso esta alfombrado. Mal alfombrado: hay partes despegadas y pequeños bultos extraños por todas partes. Además esta rota, deshilachada y llenas de manchas en distintos tonos oscuros. Incluso hay una, practicamente en el centro de geometrico de la habitación, que parece ser sangra seca. Finalmente, contra uno de los lados del departamento descansa un enorme ropero de tres cuerpos que va desde al piso al techo, y linda, por un lado, con la puerta de entrada, y, por el otro, con la de la cocina.
La cocina es un cuartito aparte, de un metro y medio de ancho por dos de largo. Ahi adentro se amontonan un calentador de agua de antes de la segunda guerra, un horno que tiene la parrilla inferior atornillada, una pileta oxidada con el bajo mesada mitad podrido y mitad quemado, y una monstruosa heladera General Electric, blanca e increiblemente incomoda, que espera inmutable la oprtunidad de electrocutarme.
Pese a lo que cabía esperar, el baño es otra cosa: amplio, y, en relación con el resto del departamento, muy iluminado y limpio. Incluso tiene una bañadera en la que entro, lo cual ya es decir mucho. También tiene, inexplicablemente ubicada a un lado de la bañera, una ventana grande, de un metro ochenta de alto por uno de ancho, que se abre hacia el pulmon entre el tercer y cuarto cuerpo del edificio. Me tengo que acordar de taparla con algo antes de bañarme, no quiero dar shows gratuitos a ningun curioso. No por el momento al menos.
En realidad, me parece que ni siquiera tengo vecinos. En el segundo cuerpo hay un departamento grande, calculo que debe ocupar todo el piso, y a pesar de que tiene un aparato de aire acondicionado en cada una de sus cuatro grandes ventanas, las persianas de estas permanecen bajas durante todo el dia. El cuarto cuerpo, al que me exhibo desde el baño, no parece más habitado que el segundo, pero en realidad no estoy seguro. En cambio, mi departamento vecino si que esta vacío, y completamente cerrado con varias cerraduras e incluso rejas, tanto en la puerta como en las ventanas que dan al pulmon. El hombre de la inmoviliaria, un viejo escurridizo de manos pegajosas y frías, y ojos y cara de raton, me dijo que la única persona en los alrededores es una viejita, una viuda, que vive en el 13 C, justo abajo, pero hasta ahora no supe nada de ella. Aparentemente, esta enferma, "aprendiendo a tocar el arpa", según el hombre rata de la inmoviliaria, y nunca sale del departamento. "Además, esta sorda", me dice, "aca podrías gritar como un poseso toda la noche y nadie te escucharía". Macanudo, el laucha.
El roedor no me saco la vista de encima un segundo mientras recorria el cubo de punta a punta, pero cuando me daba vuelta para enfrentarlo, sus pequeños ojos huían nerviosos hacia sus manos humedas que no dejaban de retorcerse sobre su panza. Me tiraba datos ridículos, anecdotas más pateticas que graciosas y comentarios innecesarios, uno atras del otro, esperando alguna reacción de mi parte. "Los anteriores inquilinos eran una pareja joven que se fue de repente. Un par de sinverguenzas, si me permitís que te lo diga. No serían mucho mayores que vos, tendrían treinta y pocos", dijo el tipo. "Tengo 18" dije yo. "Las cerraduras son nuevas", dijo el muy desgraciado. Después de eso no se calmo hasta que le confirme que tomaba el departamento, que me iba a mudar, y ahi mismo, apresurado, saco el contrato, que tenía todo doblado metido en el bolsillo interior del saco, y me estiro una birome a medio comer. Casi se ahoga tres veces mientras se esforzaba por explicarme las distintas cláusulas, apresurado por llegar al definitivo "firme aqui". Tres paginas y varios jadeos adelante, el hombre rata sonreía satisfecho mientras yo cerraba la puerta, dejandolo a el afuera, y a mi mismo adentro, pisando bultos extraños en la alfombra, suspirando un leve " y bueno, esta es mi casa ahora..."
H:M
Cuento viejo y bastante mediocre que ni siquiera se gano el derecho a tener un final. Sentenciado a ser solo una parte subida al blog. Y nada mas.