
Pendejo pretencioso quien se cree que es de que se las da de donde salió quién lo juna. Pichón de estereotipo de poeta marginado piensa que por leer a Bukowski escuchar a Sabina y vestirse de negro con aritos delineador y tatuajes de frases hechas ya tiene talento. Carpe diem o encuentras el camino o lo haces tu mismo la vida no espera la medida del amor es amar sin medida pienso, luego existo. Los odio. Pienso luego los odio. Odio mucho yo. Soy muy injusto yo. Pero es al ñudo sentirme culpable cuando se que voy a seguir con mis prejuicios hasta que me muera. Por que, por suerte mis prejuicios no son de esos socialmente reprochables. Digo por suerte porque no me van a linchar por ellos. No soy racista, ni fascista. No me molestan religiones, nacionalidades, inclinaciones políticas ni preferencias en cuanto a sexo o gustos de helado. Que chupen lo que se les de la gana. El mundo entero tiene la facultad y posibilidad de repugnarme. La única raza que odio es la humana.
Soy un enfermo....un hombre malo, como diría Dostoievsky. Incluso los niños, los bebes, me desagradan por regla general, y no porque sean incómodos e inconvenientes, sino solo porque probablemente crezcan para convertirse en lacras. En personas como yo que después dirán mira ese viejo renegado, que ridículo, que desagradable, que innecesario, porque no nos hace a todos un favor y se muere.
Soy un intolerante más, de esos que festejan las similitudes y condenan las diferencias solo porque sí. Como si la generalización de mi forma de pensar la legitimizara. Nadie es mejor por parecerse a mí. Si el mundo tiene algo de lógica más bien debería ser al vesre. Debería ser castigado. Alto ahí, ¿Qué es eso que tiene en la cabeza? ¡Ah, cómo suponía! ¡Marche preso por tener pensamientos tóxicos! Incluso yo, si fuera tan inteligente como me precio de ser, evitaría a cualquiera que se me asimile. Me cruzaría de calle al vernos venir. O me quedaría solo para hacernos una zancadilla, meternos un hombrazo o tirarnos de cabeza a la calle, debajo de un camión. Quizás por eso me tropiezo tanto. Soy conciente de todas mis contradicciones y de la gran mayoría de mis problemas, pero solo alcanzo a vislumbrarlos en su verdadera magnitud cuando arremeto contra algo. En algún punto del camino cuando ataco cambio de blanco e inevitablemente termino balaceándome. Como un canario que se ve en un espejo y se manda de cabeza contra su reflejo, sin reconocerse pero sin dudarlo.
H:M