
Resolver la vida mediante la enunciación
George Steiner dijo: “Lo que no se nombra no existe”. Yo escribo porque creo que de cierta forma esto es así. No voy a llegar al punto de declamar algo tan definitivo e improbable como “escribo luego existo”, pero si que no se puede pelear contra algo que no tiene nombre sin sentirse ya de antemano derrotado.
La vida puede volverse sobrecogedora, y no solo cuando se logra vislumbrarla en su totalidad, el mismo día a día es vertiginoso. Una hora puede ser interminable, un minuto irrepetible, un segundo decisivo. Si alcanzar la conciencia de lo enorme que es la vida es espeluznante, tratar de controlarla puede volver loco a cualquiera. Volvió loco a muchos.
Yo escribo para resolver la vida mediante la enunciación. Modestamente, desde mi lugar, desde mi vida. Con la enunciación viene el sentido y la secuencia, y la vida se vuelve maleable. El escribir me permite fragmentar y elegir, pero al mismo tiempo exorcizar y corregir, para así tal vez, con algo de suerte y las palabras correctas, poder reconocer mis errores y mis fallas antes de que se escapen del papel.
Secuencia: una letra tras otra, una palabra tras otra, renglón tras renglón, párrafo a párrafo, hasta que me quede sin páginas, como si no hubiera nada más. Y entonces, punto final, golpe mezcla de transpiración y tinta. Una pequeña marca, como la cabeza de un alfiler que fija mi existencia y la expone en el universo.
H:M
