lunes

Mi Cronopio




Mi cronopio


Enormísimo cronopio

Louis Armstrong, al lado tuyo, un poroto

Y que Cortázar me perdone



Pequeñito cronopio

Un pichoncito nomás

Una sonrisa



Enormísimo pequeño cronopio

Tan grande y tan pequeño que me entras en un abrazo

Y que un abrazo no alcanza.




H:M


sábado

Censura, riqueza y poder




Censura, riqueza y poder



“La censura no existe, mi amor
La censura no existe, mi...
La censura no existe...
La censura no...
La censura...
La...¡ah!”


Juan Carlos Baglietto


Antiguamente, hace dos mil cuatrocientos años aproximadamente, ser censor era la culminación de una carrera política. Tener esta categoría significaba estar bien arriba en la escalera del poder romana. Claro que llegar a este lugar tampoco era tarea fácil. Para empezar, había que ser senador primero y cónsul después. Recién entonces, y solo si se era poseedor de una enorme autoridad y dignidad pública era posible candidatearse para censor. Las elecciones se llevaban a cabo cada cinco años, durante una ceremonia de purificación que incluía unos cuantos sacrificios y que culminaba con dos nuevos magistrados al servicio de la república.

El deber de los censores, entre otras cosas, era supervisar el comportamiento del público y la moral, censurando, por lo tanto, la forma de actuar. Otra de sus tareas era distribuir los cargos públicos. Como dos milenios no alcanzan para cambiar ciertas cosas, esta distribución se hacía en función del patrimonio de los individuos, convirtiendo así a los censores en instrumentos de la aristocracia, que con el senado ya metido en uno de los bolsillos de su toga, se aseguraba el control de todos los brazos del poder.




H:M


lunes

Escribo / Espero




Escribo / Espero




Escribo / Espero

a una mujer de brillantes ojos marrones,

que de un momento a otro debería llegar,

doblando la esquina


Escribo / Espero,

quizás,

para ayudarla a llegar




H:M