El peor de los pecados
“He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.”
J.F.I.L. Borges
Un escritor viejo y solo esta encerrado hace días en su estudio y mira durante horas sin pausa el papel frente a él. La tinta no corre…
La suya había sido una larga carrera llena de novelas y cuentos, todos ellos habitados por hombres y mujeres desesperados. Ninguna de mis sus historias tuvo nunca un final feliz. Ni siquiera un capítulo feliz. De hecho, si alguna vez escribió la felicidad fue solo para quebrantarla después y hacer que quien se estuviera refugiando en ella caiga desde más alto. Sus personajes morían y este quizás era el único alivio que les era permitido después de una vida en palabras tristes.
Muy tarde se dio cuenta de la trampa. Una epifanía terrible. Cada una de mis sus páginas había sido una venganza por una vida olvidada de vivir. En cada una de sus obras condenó a alguien a mi su misma suerte.
“He cometido el peor de los pecados…”, recordó el viejo y se encerró en el estudio. Durante días no comió ni durmió más que cuando el cansancio lo emboscaba en su escritorio. Lo obsesionaba la idea de redimirmese.
La necesidad de escribir una historia feliz ocupo así cada espacio de sus días. Borrador tras borrador se fue alejando, pero nunca pasó del primer párrafo.
Finalmente llegó a su segunda, y última, revelación. Resignado agarró su pluma y garabateó las primeras palabras que no tacharía:
“Un escritor viejo y solo esta encerrado hace días en su estudio y mira durante horas sin pausa el papel frente a él. La tinta no corre…”
Hache Eme