Instantánea 2
De camino a la estación de tren me crucé con un
flaco en bicicleta que iba cantándole heavy metal a su celular. Lo trajo el
viento a favor del bulevar, y tan rápido salió de una niebla y se metió en la
otra que el recital solo duró un segundo. El pibe venía emocionado, sin apoyar
el culo en el asiento y pedaleando a todo dar, con las primeras gotitas de la
llovizna empujándolo por la espalda, y vaya uno a saber que esperanza de fama
ilusionándolo más adelante. Estaba enfundado en una cazadora verde militar y
una gruesa vena hinchada marcaba el esfuerzo en su cuello. Lo cierto es que
entonaba bastante bien, y se las arreglaba sin problema para mantener el
equilibrio con una sola mano, lo que ya de por si lo coronaba más habilidoso
que muchos. Por las notas agudas yo diría que era algo de O’Connor, pero
probablemente me esté equivocando. Una mujer a la que casi atropella se lo quedó
mirando, se pasó la ecobolsa de Disco de una mano a la otra y levantando un
puño bien arriba le gritó mientras desaparecía: “¡Aguante Almafuerte, la concha
de tu madre!”.
Hache Eme
Hache Eme
