miércoles

Lógica vigorosa



Lógica vigorosa




Hoy a la mañana tuve una discusión bastante acalorada con mi zapatilla izquierda, ya ni me acuerdo porqué. Me avergüenza admitir que salí perdiendo. Resulto ser, para mi sorpresa, una oradora impecable, pese a su mugre intrínseca. Ni sospechaba el dominio fantástico que ella tenía de técnicas retóricas y argumentativas. Me dejó mudo.

Para cuando terminó conmigo no solo me había humillado olímpicamente, sino que había logrado convencer a todo mi cuarto – muebles, ropa y libros por igual – de que yo estaba, sin lugar a dudas, total, absoluta e irremediablemente loco.



H:M


Irremediable



Irremediable





Lo verdaderamente irremediable suele ser inaprensible también. Su magnitud nos supera y confunde. Comienza y termina, pasa, casi sin que nos demos cuenta. Pero en ese instante que dura nos transporta del otro lado. Y de ahí no se vuelve. Del otro lado nuestra antigua vida no tiene sentido ni significado. Es como un sueño del que despertamos de golpe. Del que apenas recordamos fragmentos y después nada. Un sueño cuya importancia solo reside en contrastar con la nueva realidad en la que nos encontramos, que es la misma y a la vez otra, completamente distinta en todos sus elementos claves.


¿Qué pasó? Eso es fácil. Una mera cuestión de descripción, de imágenes, recuerdos y algún sonido resonando aún en las paredes de la memoria. Un grito. ¿Cómo y por qué pasó? Ahí está lo difícil. Encontrar una explicación real, completa, que no se quede en la simple excusa o en la patética justificación. Por ejemplo: hace un minuto estábamos hablando, discutiendo. Gritábamos. Ahora ella esta hecha un ovillo en el suelo, sangrando. Temblando sus últimos instantes de vida. Y el cuchillo que recién estaba guardado en el primer cajón de la cocina cuelga en mi mano, un peso muerto y de muerte, mientras yo, del otro lado, a sus pies y más allá, le doy vueltas en mi cabeza a una idea acerca de lo irremediable. Eso inexplicable que acaba de pasar.


No existe la posibilidad de reparación. Ella va a morir, y yo, ahora lo sé, también. No hay vuelta atrás. Ya estoy, como dije, del otro lado, aunque nunca fue mi intención que así sucediera. Del otro lado, acá, es un lugar terrible. Estoy rodeado de la basura del mundo, los asesinos, y, lo que es peor, me reconozco en ellos. Seamos claros: soy basura. Apuñalé a mi mujer sin pensarlo dos veces: soy basura. Ella se esta desangrando y no la voy a ayudar. Voy a dejar que muera. Soy basura, soy basura, soy basura, soy basura. Y no lo puedo soportar.


No puedo continuar sabiéndome un monstruo.

No puedo hacerme responsable de mis actos.

No puedo afrontar las caras de asco y de miedo, ni el juicio de sus ojos.

Ante todo, no puedo seguir viviendo con la certeza de que un segundo inexplicable me arrancó del mundo, de las personas y las familias.

No puedo aguantar el peso de lo irremediable.

Por todo esto se que voy a morir.

Ya veré cómo.



H:M



Sábana negra



Sábana negra






El extraño encapuchado observó atentamente el caramelo ácido que sostenía entre sus huesudos y blanquísimos dedos. “Estos son mis favoritos” dijo, “¿Estás seguro de que me lo querés regalar?”. Sonriendo, Julián asintió. “Son demasiado ácidos y a mi en realidad me gusta más el maní con chocolate”. Mientras se metía un puñado tras otro de maníes en la boca Julián agregó “Mi mamá cree que los como demasiado rápido. Se la pasa diciéndome que uno de estos días me voy a atragantar con uno”.

El extraño pasó su finísimo brazo sobre los hombros del niño, acercándolo un poco más a si mismo. “Bueno, no creo que te tengas que volver a preocupar por eso”.





H:M